Querida Abuela:

Hace mucho tiempo que no nos vemos; tanto que seguramente si nos viésemos ahora no me reconocerías.

Hace mucho tiempo que te fuiste y yo todavía sigo echándote de menos.

Me hubiera gustado tanto que me hubieses contado todo acerca de tí. Te escondiste y te creaste una historia inventada, o mejor dicho, no del todo cierta. Eran verdades a medias.

Yo no sabía que te fuiste de tu pueblo sin decir nada a nadie con tu hija, mi madre. Que mi abuelo, el padre de mi madre, pero nunca tu marido no murió como nos contaste. Que te estuvo buscando, a tí y a tu hija. Que en el pueblo tú eras un tema tabú, simplemente porque naciste con otra mentalidad diferente a la de antaño.

No sé por qué pasados los años no nos contaste nada, cuando yo, preguntona que soy, no paraba de preguntarte cosas sobre tu vida.

Si hubieras nacido en esta época no tendrías problemas de ningún tipo. Eso de ser viuda, con dos abortos por medio, y enamorarte de un hombre separado, pero casado a ojos de la iglesia. Supongo que en el pueblo te pondrían el mote de "mala mujer", pero yo sé que eso no es cierto.

Todavía recuerdo cuando dormíamos en la misma habitación, e incluso el día que te hice ver un Valencia - Barça, partido de la Copa del Rey.

Recuerdo cuanto nos querías a tus únicos nietos, a mi hermano y a mí.

Recuerdo que deseabas que nos vistieramos de falleros, y nos compraste los trajes. Y también recuerdo que la última vez que te ví fue justamente cuando nos vestimos de falleros y nos fuimos a la presentación de la Falla "Els Melianers"; fue como si estuvieses esperando a eso para poder irte tranquila.

Todavía recuerdo cuando se murió mi abuelo, al que yo conocí cuando contaba con cuatro años; que mirando el álbum de fotos he descubierto que estuvo presente en mi bautizo. Ese hombre maravilloso que tantas cosas nos enseñó a mi hermano y a mí, queriéndonos más que a sus propios nietos.

Recuerdo con tanta exactitud cuando llegamos a su casa en Catadau, ese pueblo desconocido por mí, pero al que ahora le tengo un cariño especial. Recuerdo que cuando llegamos para dejarte con él, él estaba sentado en una mecedora con una gata preciosa en su regazo. Que me acerqué a cogerla y me hizo un arañazo en todo el muslo. Prometí no volver a tocarla, pero cuando se acostumbró a nuestra presencia, venía y se subía en mi regazo para ronronear y quedarse dormida. Micky se llamaba. Blanquita, preciosa.

Recuerdo que la primera vez que vimos mi hermano y yo a nuestro abuelo, te preguntamos: ¿Cómo le tenemos que llamar? Y tú te reiste y nos dijiste tranquilamente: Señor Andrés.

Poco a poco dejamos de llamarle Sr. Andrés para llamarle Abuelo.

Un día soñé contigo. Estaba muy mal porque te echaba mucho de menos. Soñé que venías a recogerme al instituto, y tú no eras tú, al menos fisicamente. Llevabas el pelo con una trenza y una cicatriz que te cruzaba la cara. Te acercaste y me dijiste: No me reconoces? Soy tu abuela. He venido para decirte que tu abuelo y yo estamos muy bien allí arriba. Con nosotros están "Ducke", "Micky" y "Fortuna", así que no te preocupes por nosotros. Tu abuelo casi todos los días come su plato preferido: lentejas.

Y me desperté.

No sé por qué me acuerdo hoy de todo esto, pero lo cierto es que me pasa siempre que se acercan las Fallas.

Os quería tanto, bueno, os quiero tanto... ojalá no os hubierais ido tan pronto.